El silencio necesario,
para escuchar el suspiro,
no estaba.
Ni el gemido que a veces lo acompaña
pudo oírse en el murmullo
singular y extraño.
Y el deseo, el ansia o la pena
que lo originaran, quedaron excluidos
como el suspiro.
Cuando el alma se retrae
se aturde en torbellinos
y no escucha suspiros, gemidos... nada!
A veces sólo sufre
sin saber bien qué es
lo que sufre.
Publicado en mi libro "De encuentros y desencuentros". 2010
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