La noche del Niño, de Su
advenimiento,
la misma de antaño con cedros
gigantes
tan llenos de luces y tan
deslumbrantes
para nuestros ojos niños.
La misma de ahora, más simple,
afín al pesebre, indigente y casi
olvidado,
en que nace el Niño... y feliz su
madre,
abrazando en su corazón silente
el dolor salvífico del nacimiento
divino.
Reunidos, quienes nos amamos,
lo adoramos en callado goce
y después... la algarabía de
saberlo nuestro,
al pequeño, al indefenso, a Dios.
Al Niño Dios!
Publicado en mi libro "De encuentros y desencuentros". 2010
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