Una voluntad me llevó
por la puerta estrecha
a la galería de chapa
y me adentró en el prado
hasta la tranquera nueva.
Miré a lo alto y me absorbió
la bóveda infinita, abismo constelado,
confundiéndome en la nada
de la experiencia inédita.
Yo era, entre tantos,
un punto blanco.
Lejos de la tierra
vi con claridad en lo oscuro
y quedé desconcertado
ante lo que creí que conocía,
ante la nueva realidad humana.
Giraba y giraba sin marearme
en la oscuridad absorbente
de la noche eterna.
Y quise dormir entre estrellas,
porque muerto el sol
por dolencias de su alma
murió también la mía
en endémico contagio astral.
Quise entonces de mil maneras
reencontrar mi morada
pero el camino a casa
ya no estaba. No había luz.
Publicado en mi libro "De encuentros y desencuentros". 2010
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