Guardaba
mis memorias
en una
bolsa de arpillera...
gastada
y rota.
Recuerdos
desnudos.
Desde su
reposo me llegaban
con olor
a papel viejo
y suavidad de pluma.
Todo
estaba allí presente
y nada había que extrañar.
Sólo
quedaba desprender ese asombro
por el
llanto andado y revivir lo vivido
mirando
atrás de reojo.
Eligiendo
ahora cosmos y verbenas
y
desechando cardos.
Selectiva
y desnuda forma
de perpetuar memorias.
Publicado en mi libro "De encuentros y desencuentros". 2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario