A Luismi y Cande, tan especiales.
Al mismo pie del monte impenetrable
cuando se suaviza el cerro para
besar al río,
encontrarás un ranchito pergolado,
escondido y simple.
Está protegido por el sur y por el
norte
de los vientos, las lluvias y los
soles
y hasta de todas las miradas
que no sepan o no puedan
asombrarse.
Bajarás por el camino centenario
enmarcado por castaños majestuosos,
verás los vetustos nogales -algunos
ya sin vida-
y te sorprenderá de pronto... en
pinceladas.
Y verás que tiene otra vida muy distinta
a cuando otros eran sus señores...
Hoy irradia una luz mansa, que no
es propia,
se la han prestado quienes se
afincaron
llenándolo de paz y de sosiego.
Y la noche, pariendo sombras,
se cristaliza en estrellas a través
de la pérgola
y junta todos los silencios...
todos!
Siempre hay silencio, nada lo
perturba...
hasta las yeguas criollas atadas al
palenque
parecen entenderlo y no se mueven
compenetradas del mismo sortilegio.
Es así... es así como te digo
y me llegó al alma.
Y por eso hoy quise cantarle,
para no quedar ajeno
a su encanto...
Publicado en mi libro "De encuentros y desencuentros". 2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario