Allí, al final del camino, cansado,
casi ingenuo, pero sabiendo que moría,
guardé mi secreto en lo profundo
para preservarlo intacto.
Mas la ilusión siempre asombra
y logra atraer lluvias y aguaceros,
aquellos que añoré desde siempre,
para empaparme contigo y dejar
nuestros cabellos mojados en la cara
y la ropa pegada al cuerpo
con esas aguas sin sal
con las que quise mojarme.
.
Nos secaremos al sol fresco
de la mañana musical tan esperada.
Y madurarán ahora el día y después la tarde,
-en blancos- con luz que baña la piel... ya seca,
en corazones... sin sombras.
Publicado en mi libro "De encuentros y reencuentros#. 2010
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